La opositora

 

Un arquitecto, ejemplar padre de familia, proyecta los principios de su profesión (orden, verticalidad, seguridad, cimentación) en su propia vida, tanto pública como privada. Es nombrado secretario en un tribunal de oposiciones. Celia, una  opositora, necesita imperiosamente aprobar. Odia a su padre, militar de los de antes, la vida en casa es un infierno. Estudia a nuestro arquitecto, que casualmente es vecino suyo, simula, o no, un intento de suicidio y consigue ganarse su confianza. Una pirueta erótica, narrada detalladamente en lo que llaman “tiempo real” y lo tiene atado de pies y manos. Nuestro hombre detesta a los arribistas y “trepas” y ve movimientos oscuros entre algunos politiquillos, miembros del tribunal. Lo peor es que este incorruptible funcionario, cerrada su boca, atadas las manos, tiene que jugar también ese papel si quiere salvar su honor, ante sus compañeros y sobre todo ante su familia. Tensiones de políticos para colocar a sus recomendados, corruptelas. Al final, la vanidad de unos y la falsa integridad de otros cae en pedazos por obra y gracia de Remei, miembro del tribunal.